El olvido del bolso blanco

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En medio de un bullicio, afuera de las oficinas municipales del PRI se arremolinaron reporteros. Apenas media hora antes había terminado la jornada electoral en Puebla y desde tres horas antes se sabía el resultado. Era un hecho, el candidato de Acción Nacional había roto con la máxima de que “gobernador no pone gobernador” y además, prolongaba el sexenio de Rafael Moreno Valle para un periodo de 20 meses más.

Una camioneta blanca con vidrios polarizados esperaba a la candidata. Ella, adentro del recinto, vestida de blanco, daba lectura a un mensaje de agradecimiento a los poblanos que votaron por su proyecto y aseguraba que sus encuestas le daban la ventaja, pero su rostro decía lo contrario.

Terminó de leer el escrito, lo tomó entre sus manos, lo dobló con fuerza y lo aventó sobre la mesa. Con el rostro adusto, jaló la silla con desenfado, mientras instruía a su coordinador de campaña, Alejandro Armenta y al dirigente estatal de su partido, Jorge Estefan Chidiac, quienes la acompañaban a la mesa: “vámonos”. Al instante, se puso de pié y sin responder a los reporteros, cruzó la puerta de salida, desencajada.

En la camioneta estaban sus hijos que la habían acompañado todo el día, desde muy temprano cuando fueron a votar en familia. Un chofer la esperaba para abrir la portezuela, pero ella no quiso subirse. Por el contrario, se dirigió a la camioneta negra que se encontraba estacionada justo atrás. El mismo asistente le abrió la puerta trasera y se subió para perderse detrás de los vidrios polarizados.

Un segundo después, alguien de los asistentes corrió a la camioneta negra con un bolso blanco en la mano, apresurado, se lo entregó al conductor del automóvil y éste lo pasó hacia atrás. Bastaron unos segundos para que las unidades se pusieran en marcha y se alejaran del lugar.

El olvido del bolso y el papel aventado, evidenciaba el estado de ánimo de la senadora. El desdén hacia la prensa, demostraba además una faceta que nunca antes se le había visto, y es que nunca antes había perdido una elección.

Adentro, en cuestión de minutos, los asistentes habían emprendido ya la desbandada. Cada quien tomó su camino y se fue sin decir nada. Para ellos, no era la primera vez.

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