Los dos lados de la moneda

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Ante las normas sociales que dictan formas de comportamiento que muchos llevan al pie de la letra, los jóvenes podrían sucumbir por la presión social de lo que está bien visto o no. El deseo de “pertenecer” y  las ganas de formar parte de un cliché son cada vez más fuertes. 

La manera más sencilla de denominar a cada quién dentro un grupo es con estereotipos. Actualmente hay una gran variedad de estereotipos que clasifican a los jóvenes, identificándolos dentro de un grupo social. Hipsters, fresas, hippies, juniors, etcétera, son ejemplos de estos estereotipos con los cuales los jóvenes se autobautizan. Pero, ¿qué hay de aquellos grupos sociales generalmente rechazados por el resto? Existen estereotipos en los cuales yace una mala imagen de la persona hacia los demás. Específicamente aquellos que se conducen de  manera totalmente distinta a la que el joven “promedio” está acostumbrado.

Antonio Maldonado es un adulto de 30 años, dueño de un bar en San Andrés Cholula. Él pertenece a un propio estereotipo y estigma social: chavoruco. Sin embargo, Antonio tiene tal libertad y claridad sobre quién es, que no ocupa una etiqueta ni un grupo de normas que rijan su forma de ser.

—Soy una persona extrovertida, soy libre, soy como soy, no oculta nada. Me gusta ser yo mismo, sin nada de poses. Soy una persona hiperactiva y ansiosa; desde chiquito tuve déficit de atención por eso no pude estudiar (…). Siento que soy muy cariñoso y aunque a veces podría llegar a ser egoísta no me gusta desearle el mal a nadie porque así es como soy. – comenta Antonio entre risas.

En varias ocasiones los jóvenes de hoy en día son susceptibles de rechazar todo lo que es diferente o nuevo. Lo que no es costumbre es difícil de aceptar. Cuando aplicamos el prejuicio sobre las personas es muy difícil permitirnos verlas por quien de verdad son, así ignoramos todo lo que son como persona. Ignoramos sus deseos, ambiciones y no los concebimos con un futuro por delante.

—Mi futuro es muy claro a veces y en otros momentos no. Dependiendo de en qué momento me encuentre en mi vida mi futuro va evolucionando. Ahora me veo en diez años en una playa nudista mexicana con mi morra y dos hijos. Siento que a esa altura tendré suficiente estabilidad para comprarme una casota… Bueno, esperemos.

Los prejuicios son peligrosos ya que no nos permiten ver más allá de lo que nuestras propias ideas y concepciones nos ofrecen. Muchas veces nos negamos la oportunidad de ver y escuchar la visión de alguien más por juzgar la apariencia o mentalidad.

—La vida es muy bonita si uno la vive como la quiere vivir. Cuando uno se rodea de gente que lo quiere y hace lo que le gusta ahí es cuando se es feliz. Tener todo esto te da una comodidad interna, es un momento donde dices “wow soy feliz”, y no porque lo que tengo sino por lo que soy, ¿sabes? –dice Antonio muy pensativo.

Antonio siempre ha sido consciente de que su apariencia puede distraer a las personas de tener una conversación con él, pero también tiene claro que, independientemente de eso, es así como él decide presentarse al mundo y es la imagen con la que ha decidido sentirse cómodo. 

 —Cuando me dan la oportunidad, la gente ve que soy alguien alegre. Soy una persona un poco rara, no sé… cada quien percibe lo que tiene que percibir en mí, ¿no? Hay gente que, de repente, sí se saca de onda cuando me ve, así de: “¿qué onda con este wey?”, pero, obviamente, cuando rompo el hielo con una persona siempre habrá un buen trato de mi parte y una buena vibra y eso se refleja hacia los demás. Yo no cargo con malas vibras porque me gusta ser así, entonces al final, lo que eres lo reflejas y está en cada quien percibir como pueda (…).

El pasado puede determinar mucho la concepción de una persona. Pero, como dice el dicho, “ya lo pasado pasado”. Es muy fácil dejarse llevar por lo que muchos comentan o creen haber visto de una persona. Somos seres en constante evolución que pasamos por varias experiencias que nos van creando y cambiando.

—Yo no me arrepiento de nada en la vida porque en realidad todo lo que ha pasado y todo lo malo que haya hecho ha influenciado a lo que soy ahora. Al final, todo lo bueno y lo malo formó mi personalidad de hoy. Todo lo feo que viví: drogas, sexo, alcohol, etcétera, se ve reflejado ahorita. Si no hubiera vivido todas las experiencias que me han traído a este punto sería alguien totalmente diferente. Todo está en encontrar un equilibrio entre lo que fue y en lo que podría llegar a ser. Muchas veces he tocado fondo, pero lo bonito de esta es vida es tropezarse y volverte a levantar. Caer es bello, es un reto constante  que la vida te presenta y cada día es una oportunidad nueva para intentarlo de nuevo.

Al final del día, cada quién decide hacia dónde mirar y con quién compartir sus momentos. El prejuicio podría privar a una persona de un mundo lleno de posibilidad y mentes extraordinarias. Es mirar un poco más allá de las apariencias lo que podría hacer la diferencia entre pertenecer y ser.

—El mundo evoluciona. Las personas fracasamos cuando nos estancamos, cuando nos topamos con algo que nos frena y decidimos quedarnos en ese punto. La madurez es querer crear un cambio para bien, un cambio mental y espiritual te abre más puertas y te da las alas para seguir adelante. (…) Me siento bien porque estoy en una etapa de evolución y estoy madurando, me siento estable y estoy feliz. No cambiaría nada en mí porque si lo hiciera no sería auténtico; hay que querernos como somos porque nada puede cambiar nuestra realidad, solo aceptándola nos aceptamos a nosotros mismos. —Risas.

América de la Rocha