Cinco imágenes recorrieron en hombros de los católicos las viejas calles del Centro Histórico de Puebla: la Virgen de la Soledad, Jesús de las Tres Caídas, la Virgen de los Dolores, Jesús Nazareno y el Señor de las Maravillas.

Aunque por momentos el sol quemaba, miles de personas –algunos dicen que 150 mil- participaron en la Procesión de Viernes Santo que este 2018 llegó a su edición XXVII.

El arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, estuvo al frente de un contingente, acompañado por el rector de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), Emilio Baños Ardavín.

Sánchez Espinosa aseguró que el ritual que se realiza año con año en la Angelópolis se asemeja en importancia a los que se llevan a cabo con motivo del Viernes Santo, en Iztapalapa y en San Luis Potosí.

En esta ocasión, para no olvidar la muerte de Cristo en la cruz, el arzobispo vistió de color rojo.

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La cofradía de Jesús Nazareno avanzó sobre la 2 Norte. Miles de asistentes pudieron observar como la imagen salida del templo de San José era custodiada por personas con capirote y ropa negra.

Tamborileros y matraqueros marcaron el paso de la procesión, a la que acudieron niños vestidos de angelitos, abuelas, padres, familias completas que recordaron la Pasión de Cristo desde el huerto de Getsemaní hasta su crucifixión y muerte.

A pesar del intenso calor los creyentes no se detuvieron y continuaron los más de dos kilómetros de recorrido, acompañando también con aplausos a las imágenes religiosas.

Como todos los años, una de las representaciones de Cristo más esperadas por los fieles fue el Señor de las Maravillas que se encuentra en el templo de Santa Mónica, en la calle 5 de Mayo 1605.

Alrededor de las 15:00 horas el arzobispo de Puebla hizo, en el atrio de catedral, una reflexión final sobre la importancia de estas fechas para los católicos.

*Con información de Ana Fernández

GJ