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Huapango se mezcla con el Viernes Santo en Pahuatlán

Tiene casi 65 años que de manera ininterrumpida se realiza el tradicional huapango en Pahuatlán, aunque antes era más bien una fiesta popular organizada por y para sus pobladores.

Pahuatlán, Pue.- Mientras entre las ramas de trueno, adornadas con flores de papel de china blanco con filamentos de papel metálico verdes y solferino, una escultura de Jesucristo, ojos vendados en señal de luto, espera el inicio de la procesión de Semana Santa en Pahuatlán, por la maltrecha y sinuosa carretera bajan los camiones repletos de mochileros que vienen al tradicional huapango a este “pueblo mágico”.

Un guardia romano-pahuatleco  redobla el tambor que tocará más tarde, luego come cacahuates recién cortados que venden los de Zacapehuaya instalados en la esquina y ve pasar a decenas de muchachos vestidos medio raro y con peinados chistosos, que llegan cargando mochilotas, cobijas, casas de campaña, preparados para quedarse toda la noche en el área para acampar de Los Tulipanes o en la plancha de cemento, donde pusieron el deslumbrante escenario, en el que se presentan los tríos huapangueros.

Aquí se comparte con la población cristiana del país –sean católicos o “hermanos separados”-, la vivencia de los días de guardar con recogimiento y abstinencia, pero también se vive la algarabía y el goce en vísperas del fandango salpicado de una buena “caña de piñita”, aguardiente elaborado con la fruta asada, exprimida en unas planchas y endulzada con panela para que fermente.

Tiene casi 65 años que de manera ininterrumpida se realiza el tradicional huapango en Pahuatlán, aunque antes era más bien una fiesta popular organizada por y para sus pobladores, que se inscribía entre las tradiciones Huastecas, pero las procesiones religiosas escenificadas llevan mucho más.

Cerca de las 20:00 horas la explanada estaba a  la mitad de su capacidad. “Parecía que no se iba a componer” como otros años, pero de un momento a otro, ya no cabía una persona más.   Otra muchedumbre, se agolpa a la puerta del templo católico dedicado  al Señor Santiago donde el párroco explicaba a los guardias, apóstoles y a un ángel, el orden en que iban a participar.

Mientras del otro lado sale la música de la jarana, la guitarra quinta y el violín del trío en turno. De pronto se hace el silencio y los bailadores hacen una valla para que pase la peregrinación. Cuando termina de pasar el último de los fieles, los fiesteros cierran filas y se reinicia la música, el zapateado y el valseo que no terminarán hasta la mañana del día siguiente, cuando los fieles tuvieron que alistarse para llevar en andas a la virgen María y al apóstol Juan que acompañaron la pasión del Cristo de los ojos vendados.

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