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Cumple un siglo la Procesión de los Engrillados en Atlixco

El punto de reunión este año fue el atrio de la iglesia de la Tercera Orden donde 60 Engrillados se dieron cita para continuar con esta tradición.

Atlixco, Pue.- Se dice que la fe mueve montañas, y un claro ejemplo es el señor Antonio quien en su afán de cumplir una manda que hace 44 años prometió, este viernes Santo participa en la Procesión de los Engrillados. El como muchos de este municipio tuvo que arriesgarse y busca el suelo americanos, pero esto no ha sido un impedimento para cumplir con lo que al señor le prometió.

Relata que el miedo es grande pero es aún más su fe, por ello con una semana de anticipación sale de New York, se contacta con una persona que año con año lo trae de vuelta a su tierra, Atlixco, y es quien lo ayuda a salir de Estados Unidos para llegar a Atlixco, el mismo será el encargado de regresarlo a New York.

El calor del desierto es inexplicable, pero durante 44 años ha hecho lo mismo, es un camino que dice él ya se conoce, para sobrevivir siempre son buenas las pláticas, aminoran los dolores, solo se piensa en ya llegar “estando uno en su tierra ya no le da miedo nada”, todo ello lo vive con tal de llegar a tiempo a la cita con el señor como lo llama.

Sus familiares ya lo esperan, lo encomiendan a Dios para que no sea detenido por la migra, mientras tanto son ellos los encargados de buscar la corona de espinas, su vestimenta y el peso que este año cargara sobre sus hombros de cadenas.

Justo a tiempo, mientras los demás Engrillados ya se encuentran listos, el llega patinándose, rápidamente pasa lista para después comenzará a desvestirse y untarse en todo el cuerpo alcohol, dicen que ayuda a que las espinas no duelan tanto.

Mientras las espinas sin arrojadas sobre su cuerpo piensa únicamente en dar gracias por haber llegado, que un año más el desierto le permitió acudir a su cita, se escucha un grito, que anuncia el llamado para salir, don Antonio tiempla, dice que es porque este ya es su último año, y quiere guardar la sensación de participar por última vez en los Engrillados “el cuerpo ya no le da, solo le pido al señor que me de fuerzas, me permita terminar, y si no es mucha molestia que me ayude a regresar al gabacho”

El sol aún no salí y se escuchan ya las cadenas de los Engrillados que eran bajadas de los hombros de los familiares que este año los acompañarían. En punto de las 10 de la mañana salieron uno a uno los más de 60 Engrillados, apoyándose de sus familiares.

El punto de reunión este año fue el atrio de la iglesia de la Tercera Orden donde 60 Engrillados se dieron cita para continuar con esta tradición. Es entonces que sobre sus cuerpos son puestos los 70 kilos de cadenas para luego recibir las espinas que les son lanzadas.

Descalzos y sobre el piso caliente. Uno de sus acompañantes lleva una charola con limones que serán su única hidratación a lo largo de cinco kilómetros de camino. Las miradas de cientos de personas se dirigen a ellos, los gestos que algunos turistas son de asombro, otros de dolor e incertidumbre.

El sol pega más fuerte y el sudor de los engrillados comienza a hacer efecto en las heridas hechas por las espinas. Su corona se comienza a incrustar en la frente, el dolor es cada vez más fuerte, y su único consuelo es el milagro concedido.

Algunos hombres se encorvan, el peso de las cadenas les marca la espalda y el pecho, los tobillos les sangran pero esto no es impedimento para continuar si no todo lo contrario, sus acompañantes que en su mayoría son familiares les susurran al oído y les dicen “aguanta ya falta poco”.

El final llega y con ello quitar de sus hombros los pesadas cadenas así como las espinas que hicieron que sus cuerpos sangran, uno a uno va saliendo pasando desapercibidos entrenos multitud que minutos antes los veía atónitos.

Mientras tanto al otro extremo de la ciudad se lleva a cabo otra procesión de Engrillados en donde participan 10 mujeres en su mayoría madres solteras, cubiertas todas de negro recorrieron al menos cinco colonias.

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