• Opinión

Día de muertos migrantes

  • Erika Nieto
Desde los estados del norte del país hasta los del sur, millones de mexicanos migrantes son recordados en las ofrendas.

Llegó noviembre y con él una de las temporadas del año más significativas para los mexicanos, el festejo de los fieles difuntos. En los altares de muertos que se levantan en cada comunidad y en cada hogar ya es común encontrar, en fotografías, el rostro de hombres y mujeres que fallecieron durante su travesía hacía Estados Unidos.

Ya sea en su cruce por el desierto, por el Río Grande, por algún cerro fronterizo e incluso hasta aquellos que murieron en las calles de ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Houston o Chicago como indocumentados durante su lucha por lograr el sueño americano.

Desde los estados del norte del país hasta los del sur, millones de mexicanos migrantes son recordados en las ofrendas colocadas y en las reuniones familiares en la visita a panteones o mientras se espera que los difuntos lleguen a disfrutar de los alimentos ofrecidos en los altares, también son compartidas las experiencias que emprendieron al salir de sus pueblos en busca de una mejor vida en un país del primer mundo.

Las historias son muchas, algunas terminaron cuando los paisanos encontraron la muerte cuando apenas cruzaban la frontera, pero otras tantas cuando los migrantes construían su sueño americano o ya lo disfrutaban.

Sin embargo la mayoría de ellas concluyen en el deseo aferrado, de quienes mueren en la unión americana, de regresar a su tierra. Ya lo dice una de las canciones más famosas de nuestra música mexicana “México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí…”

Sentimientos encontrados

Y aunque las historias de los migrantes fallecidos no son alegres, no son de festejarse y por el contrario, la mayoría de ellas demuestran sueños truncados, lo cierto es que las tradiciones mexicanas en el día de muertos llenan de color, aromas y sabores de nostalgia el vacío que dejaron en sus seres queridos aquellos que dicen “solo se adelantaron”.

Así, cada año son adornadas en los diferentes panteones de todo el estado, tumbas de migrantes que regresaron ya sin vida a su lugar de origen. Lamentablemente ya no es extraño saber de menores de edad que regresan de la misma manera a los brazos de sus abuelos en México, porque ya no lograron su sueño de alcanzar a sus padres que ya radican en la Unión Americana.

De esta manera en museos, principalmente de los municipios fronterizos y hasta en clubes de migrantes y consulados como los de California o Illinois en Estados Unidos o a lo largo del muro fronterizo se elaboran altares o exposiciones que conmemoran la memoria de los hombres, mujeres y niños que abandonaron sus familias y sus comunidades para emprender un viaje que día a día representa un mayor peligro.

Por ejemplo, la artista visual Betsabeé Romero hizo una exposición con módulos que representan las huellas de los personajes anónimos caídos en la frontera con fragmentos de la obra de García Márquez. A su vez en ciudades como Tijuana, asociaciones en favor de los migrantes, colocan imágenes alusivas al Día de Muertos en el muro fronterizo, ante la impotencia de no poder detener las muertes que diariamente se registran en esa zona pero con el fin de no olvidar cada nombre y cada historia que se perdió en el intento de lograr el sueño americano.

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