Tochimilco, Pue.- Este año 43 ofrendas monumentales serán instaladas en el municipio Tochimilco, cercano al Volcán Popocatépetl. Aquí el aire tiene cierto misticismo, el frío que llega a ser un poco helado es como si nos remontara a un viejo pueblo, de esos que se describen en los cuentos de Juan Rulfo.

Este municipio conserva su arquitectura empedrada, el clima es fresco y los artesanos rodean las calles del mercadito que se instala en la plazuela.

Su recién remodelado centro histórico es parte de lo agradable que es caminar por estas callejuelas, detenerse a comer algún platillo típico es parte del escenario.

Las calles comienzan a despedir el aroma a incienso y flor de cempasúchil, las luces se prenden en el interior de las viviendas con techos de madera, son las velas que anuncian la llegada de los difuntos.

La gente se prepara con flores, copal e incienso para esperar a sus ánimas benditas, esperar con fe y tradición a quienes partieron al otro mundo, del que sólo dicen que descansan los justos.

Tradición y respeto

Rosario murió este año, tenía una edad avanzada, como todas las abuelitas de este municipio, hechas de roble y resistencia por el trabajo. Sus nietos la esperan con su aguardiente y sus panes de “suelo”, esos que se colocan en el horno de ladrillo sin ninguna lata o charola.

La Abuela Rosario es recordada con su tradicional ofrenda, tal y como se los enseño a sus hijos, los hijos a los nietos y los nietos a los más pequeños.

En las ofrendas encontramos los alimentos que más le gustaban, chilacayote, conserva de tejocote, mole poblano -que por cierto el de Tochimilco es de los más sabrosos del estado-, una coca-cola y hasta unos “alitas” que al encenderse pareciera como si doña Rosario se los fumara, porque comienzan a consumirse.

En otros municipios existen ofrendas igual de monumentales, pero ninguna con el papel picado que elaboran manos artesanas y le dan el brillo dorado que las caracteriza a las ofrendas de Tochimilco.

Una ofrenda monumental llega a tener un valor de entre 30 y 50 mil pesos, el papel picado se elabora con meses de anticipación, pues es papel que se sigue haciendo como lo marca la tradición, con un cincel y martillo.

Los diseños varían, pero no se cambia los ya tradicionales, como flores, curvas, cuadrados y cruces. Las familias se reúnen para realizar estas artesanías.

Con el papel picado se recubre todo el altar, para los antepasados el papel picado simbolizaba el aire, el elemento vital que trae a las ánimas de regreso hacia los altares.

Este año se esperan 20 mil visitantes a los altares y en estos lugares también se acostumbra  acompañar a los turistas con una hojaldra y una taza de chocolate caliente.

Este es sin duda uno de los municipios en donde más se respetan las tradiciones, pues las familias confeccionan los altares, los visten con papel picado y las velas también las suelen hacen en algunas casas.

En Huaquechula instalaran “La Plaza Grande”

En Huaquechula, la más representativa de las comunidades por sus altares de fama internacional, el día 31 de octubre la actividad del mercado comienza desde la madrugada, este día se lleva a cabo La Plaza Grande, el tianguis en donde los huaquechulenses y la gente de la región se reúne para comprar, vender o cambiar los productos que serán ocupados durante la celebración de Día de Muertos.

Ahí se puede adquirir todo lo que lleva una ofrenda, desde frutas, flores, pan de muerto, alfeñiques, ceras, ramos de flores artesanales, flores naturales así como artesanías como barro policromado, candeleros, sahumerios, cazuelas y jarros.

Es en esta plaza donde se mezclan olores, sabores y colores característicos de esta celebración. A las dos de la tarde la actividad cesa un poco ya que es tiempo de recibir a las ánimas de los niños fallecidos. Es a esta hora donde comerciantes y compradores comienzan a retirarse con todo lo necesario para recibir a sus visitas del más allá.

La celebración de Día de Muertos en Huaquechula se caracteriza principalmente por sus altares monumentales, antes de esta fecha se encuentra el trabajo de los artesanos y los deudos que se esmeran en sus altares para los que se han adelantado en el camino.