Municipios Puebla

Hace unos días conmovió a la opinión pública la noticia de un menor hondureño que después de ser balaceado resultó muerto mientras viajaba a los Estados Unidos sobre “el lomo de La Bestia” durante su paso por el municipio de Tehuacán. Y aunque los casos de niños y niñas fallecidos o lesionados durante su viaje en busca del sueño americano cada día son más “comunes”, la realidad social que estas historias reflejan es cada vez más cruda e injusta.

Desde unos gobiernos que no tienen el interés suficiente por sacar adelante a la población de sus países obligando a sus niños y jóvenes a huir de situaciones económicas precarias, de grupos de violencia a los que no quieren pertenecer, de la carencia de oportunidades laborales o una soledad familiar provocada por la separación de los padres y la falta de valores.

Y aunque parezca exagerado diariamente al interior de muchas comunidades poblanas, tan cercanas como Azumiatla, La Resurrección o San Pedro Cholula, o tan alejadas como en la región mixteca en Acatlán, hay niños y adolescentes considerando la posibilidad de viajar a la Unión Americana en busca de un sueño americano que tiene un costo inicial muy alto, enfrentar un viaje plagado de riesgos donde siempre existe la posibilidad de toparse con la muerte.

Hay también por otro lado personajes que los incentivan a emprender esta peligrosa aventura con la promesa de encontrarse con una vida que, de quedarse, nunca encontrarán. Así, polleros y traficantes de personas ven con cara de miles de dólares a los jóvenes convenciéndolos de salir de sus pueblos y colonias para que al llegar con un trabajo seguro regresen en dólares el favor.

Algunos lo hacen solos y se montan en ese famoso tren de carga que atraviesa nuestro país para llegar al norte topándose con asaltantes, tratantes de personas, militares y policías, además del hambre, sol, lluvia, frío y volcaduras del tren carguero que a más de uno ha dejado inválido o muerto.

Los sobrevivientes, a otra explotación

Lo que no imaginan estos menores de edad es que las oportunidades que encontrarán en el vecino país del norte después de sobrevivir a La Bestia y al cruce de la frontera, será a una explotación laboral en los campos de California en la pizca de la naranja, el jitomate con una paga de 3 dólares la hora trabajando de sol a sol.

Que vivirán hacinados en un cuarto con por lo menos 20 personas más y que durante los primeros meses tendrán que cuidarse de las redadas en esas regiones. Porque a esa edad pocas son las oportunidades que los menores migrantes pueden encontrar en la unión americana, al menos que vayan a alcanzar a algún familiar que ya tenga algo establecido en ese país.

El cine, ¿reflejo de una realidad?

La historia rosa que representan películas como “La misma luna” donde un niño no mayor a 10 años decide dejar a su familia y viajar en busca de su madre quien trabaja como sirvienta en California, Estados Unidos, respaldado por los mismos dólares que la mamá manda desde allá, no es para nada un reflejo de la realidad que enfrentan los niños en su recorrido por nuestro país.

Más bien es el panorama que enfrentan películas como “Sangre de mi sangre” donde el menor migrante se topa con vivales durante su viaje que le roban sus pocas pertenencias y lo matan después de lograr su confianza, convirtiéndose en una cifra más sin que su caso como el de muchos cambie la situación de otros tantos que en este momento están tomando la decisión de buscar “una mejor vida” en ese país de sueños.

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