Innovación educativa

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En los medios educativos circuló, en días pasados, la noticia sobre ciertos colegios religiosos de la ciudad de Barcelona que decidieron eliminar los exámenes, las asignaturas, las aulas tradicionales y los horarios en la educación de sus alumnos de quinto de primaria y primero de secundaria en tres de sus once escuelas. Esperan extender el cambio a todas las otras.

Lo más interesante de la noticia no es qué están haciendo sino el mero hecho de poder realizar ideas nuevas en la educación. En México se han propuesto esas y muchas otras innovaciones. A los educadores mexicanos no les falta información, ni ideas, ni imaginación. Lo que falta en México es un marco legal que permita a las escuelas experimentar nuevos métodos. En teoría, nada se los impide. En la práctica la SEP homogeneiza casi totalmente lo que sucede en las aulas, públicas y privadas, desde primaria hasta posgrado y no deja mucho margen de maniobra para quien quiera probar alguna novedad.

Las innovaciones educativas no sólo son cuestión de imaginación y buenos deseos, requieren conocimiento de lo que se ha intentado en otros tiempos y lugares y, sobre todo, evaluación cuidadosa de los resultados.  Tratándose de la educación de los niños, es mejor ser un poco conservador. No hay que darse prisa para cambiar el mal conocido por la dudosa novedad. No se puede simplemente tomar las ideas de un gurú cuántico-budista, por ejemplo, e implantarlas en un colegio. Es necesario medir resultados, evaluar y corregir.

El siguiente esquema puede funcionar para formar una cultura de innovación educativa:

1.- Introducción de una innovación basada en una teoría sólida o en la experiencia de otras escuelas en el mundo con mejores resultados.

2.- Evaluación de los resultados mediante una metodología rigurosa. No se valen anécdotas y observaciones informales.

3.- Corrección y cambio de  lo que no está funcionando.

4.- Vuelta al paso 1.

No es tan bueno, entonces,  que el grupo religioso en Barcelona quiera extender el cambio a todas sus otras escuelas en Cataluña. La cuestión es que antes de hacerlo deberían estar seguros de que su innovación funciona mejor que lo que tenían antes. Las innovaciones educativas tienen el riesgo de no funcionar y desperdiciar dos o tres años de los alumnos a quienes se aplicó una receta inútil. (Como sucedió con la famosa lectura global que dejó varias generaciones que mal  aprendieron a leer en USA y en México, en los años 70).

Aquí puede encontrarse la noticia que motivó esta reflexión: http://www.eldiario.es/sociedad/jesuitas-asignaturas-examenes-horarios-colegios_0_363263834.html

Twitter: @memohinojosa