¿Quién es el enemigo?

El caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa provocó una oleada de indignación nacional y sacó a la luz el disgusto de una gran parte de la ciudadanía por el estado de las cosas en México. La sacudida ha sido tal que a nadie, o casi, le parece aceptable que las cosas se calmen y todo vuelva a la normalidad. Es la normalidad mexicana lo que produce el disgusto; lo que se quiere es una nueva normalidad de ahora en adelante.

Nadie sabe bien qué hacer y parece que todo mundo sigue haciendo lo mismo sin pensar que se requieren nuevas acciones. Los diputados siguen haciendo leyes, los partidos políticos siguen queriendo sacar raja con mira a las elecciones de 2015, los policías siguen deteniendo automovilistas para extorsionarlos, los criminales siguen extorsionando, los jueces y ministerios públicos siguen en su modorra, la CNTE y el SNTE siguen saboteando la reforma educativa, los activistas de la oposición siguen burlándose del presidente que sigue mandando iniciativas de ley. Excepto por algunas novedades en las propuestas de EPN, todos siguen haciendo lo que siempre han hecho. De continuar así, México volverá pronto a su indeseable normalidad.

Por un acto de magia oposicionista se culpa a EPN de la desaparición de los 43, se le acusa de asesinato, se le exige que los regrese vivos y se le pide su renuncia. Bien puede tener alguna responsabilidad el poder ejecutivo, pero no la culpa directa de los sucesos de Iguala. Nadie señala ni acusa al verdadero culpable: el crimen organizado, las bandas criminales, los narco traficantes. Es ingenuo pensar que con la renuncia de EPN y el nombramiento de un nuevo presidente va a desparecer el problema. Al contrario, mientras más débil sea el Estado Mexicano, más se fortalecerá el crimen organizado.

En este momento, el mayor enemigo de los mexicanos, de usted, de mí, son las bandas criminales que no se limitan a producir y contrabandear droga a los Estados Unidos. Secuestran, cobran derecho de piso, asesinan, se apropian de los impuestos y establecen sus propios impuestos. De seguir así, la poca o mucha riqueza de usted y la mía, desparecerán como ya ha desaparecido la de mucha gente que vive en los territorios dominados por el crimen.

El enemigo no es el gobierno. El gobierno es el único que puede combatir, limitar y derrotar al crimen organizado. Hay corrupción, sí. Hay autoridades coludidas, sí. Hay impunidad, sí. Aunque haya todo eso, es una simpleza pensar que gobierno y criminales son lo mismo. En este momento mexicano, atacar al gobierno como siempre lo han hecho los activistas y los justamente indignados, es ponerse del lado del crimen organizado.


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