¿Ahora por quién votaremos?

Dentro de seis meses habrá elecciones para renovar a los diputados federales en los trescientos distritos electorales del país. Por el desprestigio de los partidos y de los políticos, resulta un verdadero conflicto seleccionar por quién votar. Parece una pregunta equivalente a ¿cuál es su corrupto favorito? No obstante sería un error abstenernos de votar y castigar a los políticos con el látigo de nuestro desprecio; es lo peor que podemos hacer. A ellos no les importa. Sólo les preocupa quién ganó, no si los queremos mucho, poquito o nada. El desprecio parece mutuo.

En la teoría democrática se supone que los diputados son la voz de los ciudadanos frente al poder ejecutivo, el presidente y los gobernadores, y frente al poder judicial, los jueces y la policía. Se supone que los diputados nos representan y cuidan nuestros intereses. Decir que los diputados son los representantes populares suena falso, pero es lo que deberían ser.

Eso dice la teoría. En la práctica está claro que los diputados piensan en todo menos en los ciudadanos que los eligieron. Se preocupan por los moches, por las líneas del partido, por sus alianzas, por su próximo puesto y por quedar bien con el presidente o con el gobernador. No se preocupan por quedar bien con sus representados que somos usted y yo, ciudadanos de a pie.

Los partidos políticos, los grandes, los chicos y los recién nacidos, no tienen credibilidad. Hemos visto que responden más a sus estrategias electorales que a sus ideologías. No quieren el poder para establecer un plan de gobierno acorde con su doctrina; lo quieren para tenerlo. El desprestigio de la cámara de diputados es tal, que ha habido propuestas absurdas de crear instancias ciudadanas que nos representen ante los diputados. Es decir, tener intermediarios entre los ciudadanos y los diputados, que a su vez representan a los ciudadanos frente a los otros poderes.

Las elecciones de 2015 presentan una novedad a la que se han resistido todas las instituciones políticas del país: Los candidatos independientes que no pertenecen a ningún partido. Han tenido que superar todos los obstáculos y requisitos absurdos. El Estado de Puebla tiene dieciséis distritos electorales, cuatro de los cuales corresponden al municipio de Puebla. Según me informan, es posible que en los cuatro distritos haya candidatos independientes. Vale la pena considerarlos para votar por ellos. Si alguno gana, los partidos políticos recibirán el mensaje fuerte y claro del hartazgo ciudadano. Esta vez sí les importará nuestro desprecio.